Iglesia de la Merced, seis de la tarde. La noticia de que Expiración no saldrá este año ya ha llegado. Mucha gente va subiendo las serpenteantes calles del barrio Santa María en busca del templo mercedario que acoge a las hermandades de Sentencia y Siete Palabras. Hay ganas de Semana Santa, ganas de ver a los misterios en la calle, ganas de que la devoción se convierta en tradición.
En la esquina del templo con la plazoleta, el hermano mayor vive momentos de nervios e incertidumbre. Quieren salir, están dispuestos a ello. Se reunirán en breve con la junta de gobierno y tomarán la decisión.
Unos metros hacia la izquierda, en la puerta lateral del templo, se agolpan los cargadores de la hermandad. También algunos de Expiración –llevaban aún el hábito puesto, a pesar de que las reglas de la hermandad obligan a llevar el rostro tapado por la calle- que se ha venido para ver si pueden disfrutar de algo de Semana Santa.
En el umbral de la puerta de la sacristía, un grupo de jóvenes revisa unas hojas con los últimos partes. A pesar de todo, parece no haber mal pronóstico.
Ha sido un día complicado en el tradicional vía-crucis por el barrio por la mañana. Al Cristo le ha llovido, y al ir a quitarle el plástico con el que lo han cubierto se ha deteriorado la Corona de Espinas, así que este año el Cristo de la Sed lo procesionará sin su corona, una imagen hasta ahora inédita en la ciudad.
Transcurre media hora y sale un miembro de la junta de gobierno corriendo hacia su coche a buscar su túnica. Indudable señal de que la hermandad se dispone a salir así que, sin dar una comunicación oficial, La Sed preparaba su estación de penitencia en la calle.
A los pocos minutos, el hermano mayor, Juan Carlos Romero, comunica la noticia: La Sed estará en la calle y hará su estación de penitencia. Poco a poco la noticia comienza a correrse y la gente se acerca hasta las puertas de la parroquia para ver al Cristo tallado por Luis González Rey desfilar por las calles de Cádiz. Sin embargo, la salida de procesional tendrá un cambio por el riesgo a la lluvia, ya que no cogerá por la calle Rosario, sino que lo hará por San Francisco por si la lluvia les sorprende.
En el interior del templo comienza la organización del cortejo. Bajan la cruz para atravesar el umbral de la iglesia; los penitentes cogen sus cirios, varas o insignias y todo comienza a fluir. Por fin a las siete menos cuarto se abren las puertas de la Merced. El público se agolpa agradecido tras un Jueves Santo sin procesiones en la calle. El Cristo de la Sed está en la calle, desafiando a los agentes meteorológicos para dar testimonio a toda la ciudad.
Las serpenteantes calles se muestran repletas. En la plaza de San Juan de Dios no cabe un alfiler, y la plaza de la catedral poco a poco se va llenando, hasta que no hay lugar para un solo hueco. En ese momento, por la calle Pelota, reflejado en los escaparates de los comercios se ven los cirios encendidos y la cruz de guía.
El cielo se nubla y todo hace presagiar lo peor, pero al final el tiempo decide rendirse a la valentía del Cristo de las Siete Palabras, y por fin llega el paso a la rampa de la Catedral mientras que los flashes, antorchas de fotógrafos y cámaras buscan enloquecidos esa imagen del viernes, la única porque ya Servitas y Buena Muerte han comunicado que se quedarán en casa.
Y Jesús de la Sed acompañado por su Madre, sube elegante y al compás armonioso de la banda del Perdón de San Fernando, que les acompaña de manera altruista.
El paso cruza el umbral de la catedral, y entra la banda. En ese momento se cierran las puertas de la Santa Iglesia, y comienza la procesión por dentro de la Seo. En el altar mayor, el deán y el director espiritual comienzan las preces. Y ocurre algo inédito, los acólitos son llamados a formar parte de la comitiva sobre el altar mayor. Al rato, una nueva sorpresa. El obispo de Cádiz y Ceuta, Antonio Ceballos, hace acto de presencia, y dedica unas palabras a la hermandad, mientras que los hermanos están en silencio. Un ejemplo a seguir que es alabado por la jerarquía eclesiástica allí presente.
Y finaliza la estación de penitencia a la hora prevista y se abren las puertas de Arquitecto Acero, y La Sed sigue su recorrido hacia el Palillero con paso lento, como también lo hizo su discurrir por la calle Ancha y durante todo el recorrido de vuelta a la Merced. La hermandad decidió recrearse la tarde del Viernes Santo, ya que no tenía la presión de ninguna cofradía detrás, aunque sí la posibilidad de que pudiese producir nuevos chubascos.



