La segunda hermandad del Domingo de Ramos ya está también en la calle. Media hora después del horario establecido, 15.00 horas, se plantaba la cruz de guía de la Hermandad de la Borriquita en el cancel del templo carmelitano.
Horas antes ya se preparaba la procesión, aún a sabiendas de que una representación de la corporación penitencial estaba reunida con el Consejo Local y resto de hermandades de la jornada para estudiar la situación meteorológica, y, por ende, la salida procesional.
Los cofrades llegaron al templo, procedentes de la calle Cobos, y anunciaron la buena nueva a los hermanos. El "sí salimos" fue refrendado con muchos aplausos. Se notaba las ganas e ilusión de acompañar a los benditos titulares por las calles de Cádiz.
Mientras que los rojos antifaces y los blancos hábitos se alejaban en busca de la calle Calderón de la Barca y plaza de Mina, los cargadores del paso del Señor entrando en Jerusalén hacían la difícil maniobra de salida a las órdenes de los hermanos Tomás y Francisco Martín.
Luis González Rey, premio Bartús de este año, ordenaba la primera 'levantá' del paso de misterio que, minutos después, hacía su aparición de cara a la Alameda repleta de público que esperaba ansioso la salida de la segunda de las hermandades del día. En la presidencia, junto al hermano mayor y junta de gobierno, figuraba una representación de los carmelitas descalzos.
Tras los tramos de hermanos penitentes del paso de misterio procesionaba el estandarte mariano que antecedía a las secciones de hermanos que acompañaban el paso de palio donde, cada año, se entroniza a la Virgen del Amparo, conocida popularmente como La guapa de Cádiz.
Poco a poco desfilaban los distintos enseres que conforman el patrimonio de la dolorosa hasta llegar al grupo de servidores que procesionaba marcialmente delante de las andas, perfumando el ambiente con el tradicional incienso, acompañadas por la Banda de Música Pedro Álvarez Hidalgo, de Puerto Real.
El exquisito paso de palio con la Señora del Amparo, perfectamente exornado de flores, iba llevado sobre los hombros de la cuadrilla de cargadores que comanda José Julio Reyeros Cánovas. Los cargadores hicieron también una perfecta maniobra de salida dado lo angosto de la puerta del convento carmelitano.
El cortejo andaba parsimoniosamente por las calles de su reccorido penitencial para llegar hasta la Santa Iglesia Catedral donde se produjo el singular acto de petición de venia simbolizándose así el inicio de los desfiles procesionales de este año.
Después entró en Carrera Oficial con los cargadores del paso de misterio con algo de cansancio, por lo menos eso fue lo que se advertía, y enfocó la Plaza de San Antonio camino del templo carmelitano situado en ese balcón del Atlántico que es la Alameda.
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