Cuenta la memoria popular gaditana, que Nuestro Padre Jesús atado a la columna, en épocas de sequía, ayudaba a que lloviera en la ciudad. Hoy sus devotos y hermanos, necesitaban todo lo contrario. Era necesario que no lloviera, los partes esta mañana eran contradictorios y todo indicaba que ninguna cofradía pondría un pie en la calle, pero esto es Cádiz, y aquí hasta el tiempo es algo imprevisible. Las horas iban pasando y tras la reunión del Consejo, la junta de gobierno de la hermandad se reunía a las cuatro de la tarde para tomar una decisión difícil, salir o no salir, esa era la cuestión. Y no era un interrogante fácil de resolver, ya que no podemos olvidar los problemas que han sufrido los hermanos de la cofradía tras la dimisión de la anterior junta de gobierno y que la actual tan solo tiene tres meses de rodaje.
El hermano mayor se mostraba satisfecho con la gran cantidad de hermanos que se encontraban en el templo para participar en la estación de penitencia, casi 384, pero había más motivos de orgullo, el suelo del paso de misterio y el cordón de perlas que una hermana a donado al Señor de la Columna. De pronto, la lluvia volvió a aparecer, y comenzaron las llamadas de teléfonos, las caras nerviosas, los abrazos y un guiño, para indicar una nueva reunión.
La junta volvió a reunirse, y se decidió retrasar de nuevo la salida a las siete menos cuarto, para volver a estudiar los nuevos partes meteorológicos. Nervios, tensión, un grupo de chicas perfectamente peinadas con lazo negro, los acólitos de la Virgen de las Lágrimas, una de ellas, no paraba de dar vueltas, hasta que no me vea en la calle no me lo creo, su actitud manifestaba una gran preocupación por temor a no poder acompañar a “Su Virgen”, de pronto alguien les pidió posar para una foto, en el templo se podía respirar el calor humano y deambulaba por el rostro de todos, la duda.
Poco a poco todos iban llegando, las bandas, los cargadores, capataces, las secciones se organizaban, y alguien dijo coloquemos todo, y ahora a menos cuarto veremos que ocurre. Por fin, la cruz de guía se ponía en la puerta, pero ésta aún permanecía cerrada, rumor, murmullo e incertidumbre.
De repente, se abrió la puerta de la hermandad, y desde el fondo del pasillo, hermano mayor y fiscal se abrazaban, más preocupación, cuando el fiscal guiñó el ojo. Era la señal, “El Aguaor”, el Cristo que mandaba en otros años agua a la ciudad cuando había sequia, se abría paso entre las nubes para poder salir a dar testimonio a toda la Tacita que Dios está por encima de todo, por encima de defectos, rencillas y malos entendidos y que la fé de los hermanos, la fe de casi las cuatrocientas personas que forman la comitiva ha hecho el milagro. El milagro de salir un año más a compartir con el resto de la ciudad la compañía de Nuestro Padre Jesús atado a la Columna. Un paso de misterio que lleva debajo muchos sentimientos, muchas historias de la vida diaria, esos pequeños héroes que día a día tienen que luchar con la enfermedad, con la educación de sus hijos, con un familiar enfermo, o enfrentarse a la pérdida de un ser querido. Ese es el caso de uno de los cargadores del paso de la Virgen, su mujer falleció hace tan solo dos meses y tenía 25 años, toda una tragedia, una gran herida que tan sólo el bálsamo de la Virgen de las Lágrimas es capaz de curar, al portarla, parece que se está más cerca del cielo, más cerca de la persona querida que ya no está entre nosotros. Pero hay más historias, hermanos que han llegado de Mallorca, del País Vasco, de Barcelona, Madrid y Castellón, todos puntuales para una cita que no pueden dejar de cumplir porque la llevan grabada en el corazón.
Por fin llega el momento, todo se pone en movimiento, se abre la puerta, San Antonio aparece mojado, pero mucha gente se agolpa para ver salir a Jesús de la Columna seguido de su Madre María Santísimas de las Lágrimas.
Suena la banda, la marcha Lágrimas comienza a sonar, sus ondas se esparcen por toda la plaza y empujan lentamente a las nubes hacia otro lugar, que se vayan hacia el mar, hoy en Cádiz es Martes Santo, y “El Aguaor” tiene que procesionar en un año muy señalado, son 350 años los que han pasado, desde el momento de su bendición, hay motivos para la alegría, para el recuerdo y para la emoción.
Siguen saliendo penitentes, y la gente comienza a confiar, la calle Ancha forma un pasillo que serpentea hacia San José buscando la Plaza de Minas, mientras por fin las secciones de María comienzan a caminar, y el palio se vislumbra al fondo del templo en contrastre la luz de las velas con la penumbra, y en la calle, un cordón de perlas, estreno para la ocasión, y un suelo de adoquines y piedras, regalo de su antiguo hermano mayor.
Columna de Martes Santo, lleva más de trescientos años de procesión, dando testimonio al pueblo de Cádiz que la sigue con devoción, aunque el ritmo es ligero y es necesario el uso del chubasquero, en el cielo se abre hueco, para mostrar desde las alturas al “Aguador” su respeto.



