La Hermandad de la Piedad ha sido la primera del Martes Santo en realizar estación de penitencia en la Santa Iglesia Catedral, iniciando así los desfiles procesionales de una jornada que comenzaba con malos augurios pero que al final se fueron disipando hasta quedar en una simple anécdota. Las lanzas se volvieron cañas y la lluvia no apareció, por lo menos a la hora de la salida de todas las corporaciones.
La junta de gobierno de la militar hermandad preparaba la procesión para la hora de la partida hacia la seo gaditana. Muchos nervios y ganas de hacer bien las cosas para que todo ello se viera después en la calle. La singular cruz de guía, junto a los dos faroles, se plantaban en la puerta del templo a las 17.45 horas para iniciar su andadura por las calles de la ciudad.
Muchos hermanos, con sus valiosas y características insignias, acompañaban el precioso paso de misterio, de estilo neorrenacentista, que procesiona esta hermandad, un suntuoso túmulo funerario de madera oscura de cedro donde se representa la victoria del bien sobre el mal.
Esparcidas por el monte, simulando a la piedra, se podían contemplar los elementos de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo así como la tradicional figura de un pelícano dando de comer a sus polluelos. En cada una de las esquinas un suntuoso farol que llama poderosamente la atención de los cofrades.
Destacar la cruz parroquial, como antiguamente, de manguita. Tras el paso de misterio, donde va la imagen de la Virgen de la Consolación Madre de la Iglesia, procesionaba la Banda de Cornetas y Tambores Santísimo Cristo de la Victoria, de León, que, con sus peculiares sones, animaban el trabajo y el esfuerzo de la cuadrilla de cargadores de los hermanos Tomás y Francisco Martín.
En la presidencia, junto al hermano mayor, Miguel Ángel Molina Orihuela, iba José Blas Fernández, hermano de la hermandad, teniente de alcaldesa delegado de Hacienda del Ayuntamiento de Cádiz y pregonero de la Semana Santa de este año.
Tras el estandarte mariano se formaban las secciones de la Virgen de las Lágrimas, también con sus correspondientes insignias con antiquísimos bordados igual que los que poseen las imágenes, tanto la dolorosa como las secundarias. Cerraba el cortejo el magnífico guión que posee la hermandad.
Tras el cuerpo de servidores aparecía el paso de palio de la hermandad, de estilo catedralicio, y con grandes faroles a modo de candelabros de cola. Ese detalle lo hace diferente del resto, aunque el palio del Mayor Dolor estrena este año algo parecido. También llama la atención el palio de cajón.
La Banda de Música Pedro Álvarez Hidalgo, de Puerto Real, era la encargada de interpretar las diferentes marchas procesionales para aliviar el esfuerzo de los cargadores que, al mando de Manuel Ruiz Gené, hacían un trabajo encomiable.
La hermandad hizo estación de penitencia a los pocos minutos de salir de su templo y continuó su recorrido entrando seguidamente en la Carrera Oficial para ir buscando luego las calles que la llevaran de regreso al templo jesuita. Ambos pasos llevaban escolta militar que cada año rinden pleitesía tanto al Santísimo Cristo como a la Virgen advocada de las Lágrimas.
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