No pudo ser aunque todo el mundo puso cuanto pudo para que el Viernes Santo no se recordara de la triste manera que se va a hacer.
Dios lo quiso así y las cuatro hermandades se quedaron encerradas en sus respectivos templos ante la amenaza de lluvia que pronosticaban los distintos partes meteorológicos que manejaban tanto el Consejo Local como las juntas de gobierno de las cuatro corporaciones penitenciales.
Todas coincidían en que era muy arriesgado salir a la calle cuando estaban anunciando que iba a llover, aunque las ganas de hacerlo por parte de todas eran innegables.
A medida que discurría la jornada se fue conociendo la triste noticia que llegaba como un reguero de pólvora a toda la ciudad desde las parroquias castrense del San Ángel, Merced, San Lorenzo y San Agustín, sedes canónicas de las hermandades de Expiración, La Sed, Orden Seglar de los Siervos de María y Buena Muerte.
Mucha tristeza y resignación fue la tónica general entre los hermanos de cada una de las hermandades cuando se presentaron para participar en el cortejo y conocieron la mala nueva.
Todas ellas celebraron rezos y Vía Crucis en honor y gloria de sus veneradas imágenes titulares en el interior de sus templos.
Muchos gaditanos esperaban apostados en las puertas de los templos para ver si al final ocurría el milagro y las juntas de gobierno de cada una de las hermandades cambiaban de opinión.
El único cortejo que se vio en la calle, aunque por un corto recorrido, fue el de la Hermandad de los Afligidos que trasladó su paso de misterio, en Vía Crucis y sin acompañamiento musical, desde la parroquia de San Lorenzo hasta la Santa Iglesia Catedral donde esperará hasta el Sábado Santo para la Procesión Magna.
Tampoco procesionó por las calles del casco antiguo de la ciudad la Sección de Penitencia de las Congregaciones Marianas Ecce Mater Tua, cuyos congregantes sí llevaron a cabo la tradicional Hora Santa en la iglesia de Santiago.
En definitiva, Cádiz se quedó el Viernes Santo sin procesiones y la jornada del Viernes Santo se quedó huérfana del ambiente cofrade que cada año caracteriza a la luctuosa jornada.
